LA PRINCESA MONONOKE
Fecha de estreno: 1997
Director: Hayao Miyazaki
Guionistas: Ha
Productora: Studio Ghibli
Duración: 134 minutos
Reseña: Ñoño Cool
Hayao Miyazaki es un dios de la animación, una fuente inagotable de imaginación y por más de 20 años de trayectoria nos ha llenado de obras maestras; es un director tan dedicado en lo que hace que todos sus films hacia antes del 2006 son dibujados a mano cuadro por cuadro por mucha gente pero él se dedica a hacer cientos de ellos por sí mismo a pesar de que no es necesario, todo porque es un maestro artesano apasionado por su arte; y solo hace muy poco tomó la animación por computadora.
En conjunto con Isao Takahata, otro maestro de la animación, fundaron el legendario Studio Ghibli y nos han entregado verdaderas joyas del cine en general como “Nausicaa del Valle del Viento”, El Viaje de Chihiro”, “El Castillo Ambulante de Howl”, “Kiki: Entregas a domicilio, “La Tumba de las Luciérnagas”, “Mi Vecino Totoro” al que le hice una reseña; así como también la película a la que le dedico este artículo el día de hoy: “La Princesa Mononoke”, la que es considerada una de sus mejores películas.
Miyazaki es un creador muy versátil en sus construcciones fantásticas, que van desde la captura de la más pura inocencia con Kiki o Totoro, donde nos muestra el poder de la infancia y como esta debe mantenerse al crecer; tocar la acción/aventura con Porco Rosso; historias sobre el crecimiento, el paso a la juventud mientras exploramos la magia del mundo y lo diferente como con Chihiro; y claro, la guerra, violencia y lo peor de esta como con Nausicaa. Pero definitivamente la más rabiosa, cruda, gráfica y más adulta de todas es Mononoke.
Este film nace cuando Hayao comenzó a ver los horrores de la guerra en la antigua Yugoslavia y se dio cuenta de que le costaría mucho volver a hacer una película tan simple y alegre. El mundo no era tan inocente y los niños necesitaban saber eso. También tomó su amor inherente y el respeto por el medio ambiente y comenzó a enojarse sobre cómo la gente no era tan respetuosa como deberían ser con ella. Por esto estableció su nueva película en el Japón feudal para crear su histórico escenario de fantasía, y de ese punto creó fácilmente su film más contemporáneo y políticamente cargado.
Narra una historia épica ambientada en el Japón medieval, en los albores de la Edad del Hierro, cuando algunos hombres aún vivían en armonía con la naturaleza y otros estaban tratando de domarla y destruirla. Nuestro protagonista es Ashitaka, un príncipe que busca una cura para una maldición de la que ha sido víctima y por esto debe viajar por el mundo. Durante su travesía se encuentra en medio de una guerra entre los seres del bosque contra la Ciudad del hierro, y moviéndose por ambos bandos para buscar la paz conocerá a San, Una chica criada por lobos, que lo llevará hasta el Espíritu del Bosque, quien posee la capacidad de levantar la maldición que le afecta.
El contexto es en el Japón donde los samurais y daimios se pasaban por la tierra, y el poblado del que viene Ashitaka está basado en la tribu de los Ainu, indígenas nativos del país; y así se puede tocar un momento histórico crucialmente importante en la evolución hacia la civilización como es el proceso donde los pueblos comienzan a expandirse y explotar los recursos a su alrededor - en especial el metal – para dar vida a una historia que va más allá de una batalla simplista del bien contra el mal, de cómo los seres humanos, animales del bosque y dioses de la naturaleza todos luchan por su parte en el futuro del mundo y no quieren ceder ya que cada uno cree tener los argumentos necesarios para poder ponerse sobre el otro.
Además es una de las películas más visualmente inventivas del maestro. El bosque y todas sus criaturas y bestias fantásticas que pueden hablar llenan la pantalla de magia con sus diseños únicos, en especial los duendes japoneses llamados Kodamas que habitan este lugar místico prohibido para los humanos o los Lobos gigantescos. La naturaleza está magistralmente representada y es una delicia para los ojos; la acción hiperkinética te mantiene en un estado adrenalínico total, la violencia y brutalidad gráfica le entregan el peso y madurez al contexto, y las expresiones faciales de cada personaje son cautivantes.
Hablando de personajes, San es bastante interesante. Es un intermedio entre dos mundos opuestos, y por eso no puede ser parte completa de ninguno de ellos, no es humana o animal, sino que las dos cosas y ninguna a la vez, por esto su apodo es “Mononoke”, como se les llama a los espíritus de las bestias, Cuando ella era solo una bebe sus padres al ver a la diosa loba Moro huyeron aterrados y fue abandonada, pero Moro lejos de hacerle daño la cría como su hija, y le enseña a odiar a los humanos a pesar de ser una ella misma volviendo a San es un alma solitaria, salvaje, brutal que termina luchando activamente contra las armas a base de pólvora de la gente de la ciudad liderada por Lady Eboshi. Todo esto porque la gente les invade sus terrenos y los espíritus se ven forzados a recurrir a la violencia en defensa propia.
Lady Eboshi por su parte tampoco es una villana, pues aquí no hay blancos y negros sino que muchos grises. Ella cuida de los leprosos, la gente la ama por cómo les cuida y proporciona un techo donde dormir y trabajo para que pongan alimento en la mesa; y es la supervivencia del pueblo lo que les fuerza a seguir explotando el bosque por sus recursos y así tener más alimento o cosas para construir hogares, además de conseguir metal para proveerse de fusiles y otras armas de fuego para garantizar la seguridad de cada uno ante una invasión de cualquier enemigo. Ellos destrozan la naturaleza volviéndola inhabitable para los animales y habitable para ellos, no lo hacen por maldad sino que por algo muchísimo más básico.
Tanto Eboshi como San son mujeres muy fuertes, líderes diferentes pero igual de firmes, de hecho aquí no tenemos personajes femeninos que se interpreten como sensibles, soportes emocionales o lloronas eternas por el peso del mundo como en muchas películas, en especial las de guerra; sino que todas o han se han vuelto endurecidas por el combate y se han cortado de sus emociones, o disfrutan de la vida como si fuera el último, bromeando siempre para mantenerse cuerdas o porque realmente puede ser el último que vivan, y por esto mejor reír que preocuparse.
De hecho el único personaje masculino destacable es Ashitaka, nuestro protagonista. Es un príncipe heredero de un clan pequeño, por lo que pertenece al mundo humano, y aún así trata de mantener un balance entre ambos mundos interfiriendo entre las guerras y disputas y buscando un terreno medio para todos. Está lleno de valentía, una cabeza fría, y su incorruptible interior es contrastado por su cuerpo físico constantemente en deterioro por la maldición en su brazo. Es alguien que busca la paz, pero no puede evitar matar o mutilar gente en el proceso por defensa propia, cosa que le mantiene en un constante estado de conflicto interior.
La figura del Espíritu del Bosque por su parte, permanece neutra. Cuando Ashitaka está en peligro de muerte este no actúa en ningún momento, ya que a diferencia de las representaciones clásicas de la naturaleza donde es buena y bondadosa y le hubiese ayudado de inmediato, aquí no interfiere en los conflictos del hombre o decidir quién merece morir o seguir viviendo. Mi parte favorita con el personaje es el guiño cuando se le decapita la cabeza del Espíritu, su cara se contorsiona un poco para mirarnos un poco más como un ser humano, lo que implica incluso un dios puede ser sólo otra persona muerta en el camino de la gente codiciosa.
Por otro lado, hay un discurso de cómo somos los humanos, de la violencia y el odio como algo natural en nuestro ser, tratan de demostrar que no existe nadie puramente bondadoso y todos tenemos un lado violento aunque sea pequeño. Incluso la maldición de Ashitaka es nada más que una metáfora, pues la forma en cómo esta se transmite es cuando el rencor de alguien más te logra corromper y tú caes en el juego del odio, el fulgor del rencor les quema y destruye todo a su paso. Es una de las películas más personales de Miyazaki y cada una de sus emociones complejas y contrapuestas son palpable en cada hermoso fotograma de la película.
Algo que me encanta es que cuando San y Ashitaka se han enamorado no pueden estar juntos, ya que ambos están de acuerdo en que ninguno puede llevar la vida del otro, por lo que deben otorgarse mutuamente la libertad, y sólo reunirse ocasionalmente. Mientras ella va a proteger el bosque, él va a ayudar a reconstruir el pueblo de Irontown, condenados a estar para siempre separados porque uno cada tiene un deber que cumplir en mundos diferentes. Es una poetica tragedia.
Y la violencia aquí no se queda corta, tenemos mucho gore, sangre, y chocante brutalidad en cada rápida y magníficamente compuesta batalla. Muchos de sus planos se notan fuertemente influenciados por otro director maestro japonés, Akira Kurosawa; para alguien que puede construir una atmósfera completamente bañada en ternura, Miyazaki es un maestro de la animación bélica como demostrase años antes en Nausicaa.
La Princesa Mononoke es un logro cinemático como pocos, una experiencia maravillosa, y una película que me fascina. Su animación se sostiene perfectamente el día de hoy en el año 2016, a pesar de haber salido en 1997, con una banda sonora a base de piano fantástica, y la recomiendo con pasión ya que es por lejos una de las mejores entregas del legendario director.
10/10
Película: La Princesa Mononoke