NEKRODAMUS
Editorial: Revista Skorpio
Fecha de Publicación: 1975 - 1994
Guionista: H.G. Oesterheld
Dibujante: Horacio Lalia
Reseña: Ñoño Cool
“Ha llovido y la tierra húmeda del cementerio cede bajo los pies de Gor, el hombrecito deforme. Muñones, carne agusanada y maxilares congelados en un grito eterno son enterrados nuevamente por el contrahecho. Un perro aúlla su hambre de siglos. Una plañidera llora a dos monedas por lágrima. Y en medio de eso, el cuerpo de un príncipe es acompañado por una corte adulona hacia su cripta. Todo le hace pensar a Gor en un inquilino mas, en un cuerpo que deberá limpiar de polvo cotidianamente... y de pronto, un viento helado que atraviesa la cripta quitando el aliento. Y el príncipe que se incorpora y dice ser un demonio... llamado Nekrodamus. Llama a la puerta, caminante, pide permiso para entrar a un mundo infernal, plagado de metáforas y espanto, pero antes ten en cuenta algo... nadie te asegura el regreso.”
Nekrodamus es una famosa serie de historietas enmarcadas en el género de horror-aventura nacidas de la mente de H.G. Oesterheld, quien a pesar de haber fallecido sigue siendo el más grande guionista argentino de comics en toda la historia de ese país, así como uno de los indiscutibles maestros en el mundo del tebeo en general, el mismo autor del mítico “El Eternauta”. Su Nekrodamus fue la última creación que pudo hacer antes de que las fuerzas armadas le tomaran prisionero en un periodo muy complejo en la historia política de la Argentina que no voy a tocar porque 1) no soy de ese país como para tener el contexto completo y poder dar una opinión informada o de peso, y 2) esta es una reseña de comics y eso no viene al caso.
Este comic producción argentina pero estrenada en el mercado Italiano sobre este demonio humanizado goza de ser una de las historietas que más tiempo estuvo publicándose en la revista Skorpio, corriendo desde 1975 a 1994, y fue la que rompió con lo que se esperaba de las cosas que Skorpio lanzase en sus páginas. En los 70’s solo eran historias de acción, ciencia ficción y aventuras más alegres y ligeras las que dominaban la palestra, y ahora llegaba algo puramente de terror. Las macabras situaciones en las que nuestro demoniaco protagonista y otro demonio llamado Gor, cuidador de la cripta mortuoria donde su cuerpo descansa, se ven envueltos están siempre enfocadas a buscar la redención de ambos, mientras combaten el mal en todas las formas.
El que un monstruo fuese nuestro héroe respondía a un fenómeno que pasaba en el género en el despertar de los setenta y que se venía gestando décadas antes. El horror en los años 30 y 40 eran básicamente pulps con científicos locos desfigurados y físicamente aterradores haciendo de las suyas o militares nazis, soviéticos o asiáticos con planes de dominación mundial dado el contexto de la guerras mundiales frescos en la mente; para la llegada de los 50 reaparecieron los monstruos clásicos como hombres lobos, vampiros, momias, zombies, e incluso el ocasional asesino del cuchillo, siempre haciendo hincapié en su fealdad tanto mental como física ya que el miedo al extranjero había pasado y necesitaban otro enfoque.
Para los 70 nuevamente se cansaron de eso ya teníamos monstruos víctimas de la sociedad, que por su crianza se habían vuelto psicópatas asesinos o querían venganza contra el mundo, transformando humanos en criaturas sin humanidad, se buscaba un monstruo no irreal sino que mucho más palpable y por ende que causase más miedo por eso; y por otro lado los que siempre fueron físicamente horrendos como vampiros, demonios y más seres fantásticos, ahora poseían humanidad y tenían deseos, pesares, necesidades y mejor apariencia física. Con la conciencia social de que existen monstruos dentro de nosotros, también comenzó a aparecer la idea de que debe haber destellos de humanidad dentro de los monstruos; y gracias a esto la criatura aterradora y gótica pasó de ser un obstáculo a superar, el villano o un secundario, ahora probaba sus posibilidades de ser el héroe. Aquí es donde cae Nekrodamus.
Una obra que marca un interesante momento en las carreras de ambos autores, pues para el dibujante Horacio Lalia fue lo que impulsó su carrera como artista y le puso en el mapa, mientras que para un ya maduro Oesterheld que rondaba los 60, sería el final de su trayectoria antes de ser secuestrado y asesinado.
Nekro es un personaje que recuerda a la época del romanticismo literario del siglo XIX, luce como un caballero andante, con buena salud, apariencia hermosa y cuidada, además a pesar de ser un demonio se niega a hacerle daño a cualquier inocente, pero liberando toda su sanguinaria furia contra los que considere culpables de algún mal, siendo una especie de antihéroe antes de que estos se pusiesen de moda en el mercado del tebeo norteamericano en la segunda mitad de los años 80. Su cuerpo bello no es su forma física real eso sí, sino que un cadáver de un noble muerto hace muchos años que conserva en las mejores condiciones posibles para mantener la fachada, y su real apariencia es deforme y nauseabunda.
Gor por su parte, es un ser que es deforme y asqueroso de principio a fin, no tiene cuerpo falso que le apañe sino que deja ver su forma tal como es; y es dueño de una repugnancia total tanto física como espiritual, pues también es un nigromante que mata por diversión y goza pervirtiendo a los vivos y los muertos. Esto crea una suerte de dualidad entre ambos, protagonista y ayudante, aunque sus similaritudes son más que sus propias diferencias.
Ambos hombres también tienen una obsesión con las apariencias físicas, ya que Nekro se rodea de cruces a pesar de que le queman para poder fingir que su naturaleza no es demoniaca, y cuando asesinan a seres hermosas les dan tratos especiales como recubrir sus cadáveres de oro o sepultarlos en lugares ilustres por el mero hecho de su físico excepcionalmente lozano; incluso Gor se enamora de una mujer llamada “la princesita” nada más que por su rostro. Para ellos lo superficial importa más que la sustancia, lo que les entrega un sentido de tragedia, porque ambos desean desesperadamente lo que no poseen, y lo ponen por sobre el valor de muchas otras cosas más ya que para ellos la belleza es símbolo de la vida misma.
El tebeo comienza bastante tibio, sinceramente siendo una sombra de lo que en más tarde se convertiría tanto en caracterización de personajes como en tramas, pero cuando toma vuelo lo hace con ganas. Una vez cimentado el universo donde se mueven estos seres, es genial ver interactuar a dos personalidades tan fuertes y definidas como Gor y Nekro en aventuras profundas y difíciles. Nekro es un estratega maestro de lo sobrenatural, casi como un John Constantine, Dr. Strange o Batman mágico, dueño de una frialdad y capacidad de ponerse dos pasos adelante del villano y el lector mismo que siempre sorprenden, se ve invencible a pesar de las cosas que se le pongan encima, y eso es especialmente cierto cuando es acompañado por Gor y Lepra el perro.
La narrativa de todo Nekrodamus es muy y digo MUY diferente y mejor trabajada que muchas de las otras obras latinoamericanas en ese entonces, y posee comentarios sociales bastante fuertes y dobles lecturas que se pueden captar fácilmente y le añaden un sentido de tridimensionalidad a todo el conjunto, aunque si se encuentran políticamente en el lado contrario del espectro, esto puede resultar molesto. Este último elemento era bastante obvio que aparecería ya que cuando Oesterheld guionizaba esta historieta estaba siendo perseguido por los militares por sus ideas diferentes.
Ambos siempre mantienen una brújula moral – algo extraño para un producto protagonizado por demonios – y que sirven de alegorías y metáforas para tocar temáticas como el amor, la codicia, la corrupción, justicia, abuso de poder, concepto de belleza, el perdón, venganza y más. La estructura de cada caso es como los de Sherlock Holmes o cualquier serie procedimental de tv, se les presenta un problema, Nekro lo resuelve y tenemos una lección que aprender a navegar entre lo sórdido de lo humano, son siempre relatos cortos conectados solamente por sus protagonistas y el mal omnipresente. Y los villanos que se pasean por las viñetas son memorables y aterradores, dejando en claro que muchas veces los seres más peligrosos no son los sobrenaturales, sino que los humanos más egoístas y crueles de nosotros. Aunque como excepción, tenemos una serie de demonios relacionados con algunos personajes que huele mucho a Neil Gaiman años antes de que este saliese con su Sandman; pero debo admitir que Neil llevó estos conceptos a MUCHO mejor puerto en los años 80-90.
Los dibujos de Lalia crean atmósferas pesadas, un muy buen juego de luces y sombras, gran trabajo de perspectiva y planos, personajes muy detallados, usando esponjas mojadas para dar la impresión de climas nublados y ambientes con aires corruptos y como no, su icónica viñeta circular por aquí y allá para romper con los esquemas comunes. Ya entrado en el grueso de los números su nivel de detalle y ejecución de todos los elementos pasados mejoran una barbaridad, además de notarse que su lado fuerte son las escenas de tranquilidad, ambientación y diálogo que piden detalles en las expresiones faciales y los fondos; y por esto las secuencias kinéticas de acción no se sienten del mismo nivel.
Luego de que Oesterheld desapareciera y los guionistas fueran y vinieran en la colección durante 5 años más, Laila seguiría superándose a sí mismo, con un trazo menos barroco que antes pero igual de característico. Lo que más me gusta de sus años posteriores es como trabaja los detalles de la arquitectura, crea atmósferas desoladoras y los detalles puestos en cada objeto y personaje a tal nivel que casi salen de las páginas… aunque claro, es un nivel que llegaría después de mucho tiempo.
Nekrodamus es una historieta llena de conceptos interesantes a explorar, que cambió el género del horror latinoamericano que revisase la naturaleza de lo que hace un monstruo en vez del mismo monstruo en si, además de llevar a las alturas a Laila como uno de los mejores trazos en la Argentina. Sinceramente esta vieja tira sobre cadáveres y mundos góticos es un clásico que debería tener más reconocimiento, no está al nivel del Eternauta del mismo guionista, pero sigue siendo una joya del comic de habla hispana en Latinoamerica.
8.5/10